miércoles, 25 de abril de 2012

Estar conectado o desconectado, qué chingón


No pertenezco a la mal llamada generación digital, nací antes. Me formé como todos mis contemporáneos sin Computadoras, sin nuevas tecnologías y sin Internet. Cuando era estudiante de secundaria soñaba con la telepatía, imaginaba que podríamos comunicarnos mentalmente no importando las distancias ni el sitio donde nos encontráramos. Esto lo hacemos ahora pero no es telepatía sino Internet. Sin embargo, aún creo en la telepatía para el futuro.

Pero el origen de estos comentarios no es la telepatía, sino el ser o no ser, tener o no presencia en la nube, en Internet. He perdido el contacto con muchos amigos, incluso familiares, mi mejor amigo, mi mejor amiga, mis mejores guías de siempre. Hace décadas solía visitarlos, llegaba al despacho donde una amiga muy querida laboraba, si tenía suerte podía esperar para comer con ella, recordar nuestras andanzas juveniles en grupos culturales y repasar los destinos que algunos de nosotros tuvimos, ciudades, empleos, estudios, hijos, oportunidades.

Cuando apareció el correo electrónico, yo, afortunado por elegir como profesión el universo computacional, insistía en que usaran correos, para comunicarnos. A veces tenía suerte, mis amigos abrían cuentas de correo, pero pocas veces o ninguna, las utilizaban.

El trabajo y mi pasión por lo que yo llamo mi trabajo comenzaron a absorber mi tiempo y espacio, es entonces cuando comencé a perder contacto y pese a la insistencia, nos distanciamos para siempre.

En este nuevo siglo continúo perdiendo amigos, ahora colegas, compañeros del trabajo, con quienes me reunía para tomar café, en el campus universitario, en la dirección de la Facultad, en las aulas universitarias, la biblioteca, los despachos, los pasillos, el campo de fútbol. Vivíamos el día a día en la Universidad, todo el tiempo.

Pero mis colegas tampoco adoptaron las nacientes redes sociales y aún más, se distanciaron incluso de sus estudiantes. En el campus de batalla de los Congresos Académicos y las reuniones de Poetas también he perdido amigos y continúo perdiéndolos. Poetas e investigadores a quienes estimo y quiero, usan poco la Internet, para hablar continúan pensando en las reuniones presenciales. En cambio, si están presentes en las redes sociales, sus comunicados son escasos y breves, algunos cuelgan enlaces a vídeos y noticias pero al charlar se limitan a preguntar cuándo y dónde nos reunimos para tomar café y hablar.

Toda mi vida parece así, me tocó la generación de conocer gente y perderla, lo lamento, las nuevas generaciones crecen conectadas, hacen realidad el sueño de la telepatía, vivirán siempre así, qué chingón.
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