He tenido la oportunidad de charlar con dos ex-rectores de mi Universidad. Ambos expresaron en charlas diferentes, que la educación a distancia es una falacia, pues no es posible pensar en ello sino en promover la educación presencial con mejores instalaciones y personal docente, porque es la única forma de crear programas educativos de calidad.
Esta opinión suele ser compartida por muchos funcionarios y colegas académicos, especialmente por nuestros investigadores más prestigiados, pero no había tenido la oportunidad de escucharlo de viva voz con una actitud tajante en nuestros máximos representantes universitarios.
Nuestra Universidad ha sido testigo de una amplia cultura y práctica de la improvisación, de la creación de programas educativos y unidades académicas por motivos políticos relacionados con el poder. El poder de incidir en los destinos de la Universidad con una visión grupal, facciosa, lamentablemente.
Aún cuando muchos docentes cuentan con acceso privilegiado a la Internet, suelen ignorar el uso potencial que éste podría proporcionarles a su quehacer académico. Un docente acostumbrado a espacios cerrados, obligado a permanecer en los Centros Universitarios, a invertir infinidad de tiempo en trámites burocráticos, un docente de libros, despachos, tutorías, pizarrón, es difícil, complicado, de motivar en contrario.
Las razones son muchas y muy variadas, complejas. Y van desde un bloqueo psicológico que ellos mismos se imponen para no enfrentar nuevos retos, hasta motivos naturales originados por la situación económica, que provoca la búsqueda de otras fuentes de ingresos para mantener a su familia.
La Universidad ha dejado de ser el alma mater del conocimiento universal, el hogar donde residen los únicos expertos en el conocimiento especializado. La educación informal es con mucho superior a la educación formalizada. El mundo se ha trastocado en una aldea global donde todos nos comunicamos con todos, donde todos compartimos con todos, donde todos aprendemos de todos, aprender, si queremos aprender.
Las estructuras de formación que se generan en la Internet son horizontales, democráticas, libres, amplias, de posibilidades de aprendizaje ilimitado y permanente, como corresponde a la generación de conocimientos que producen ahora los casi siete mil millones de habitantes actuales en el mundo.
Las Universidades en cambio conforman estructuras verticales, autoritarias, intransigentes, encerradas en el discurso y la práctica de cómo enseñar, qué enseñar, cuando enseñar, dónde enseñar, para que el estudiante aprenda.
Los salvadores de la Universidad, se abocan siempre a diseñar métodos correctivos para corregir el mal aprendizaje. El alumno es tratado como un objeto de investigación y de estudio, al que se le concede muy poca o ninguna capacidad de intervenir en su propia formación.
El tránsito a la educación a distancia, pasa por una mezcla presencial-no presencial en áreas donde sea posible hacerlo. Es un movimiento que viene ocurriendo en todos los países del mundo y que no podemos ignorar, y que estamos ignorando, especialmente los directivos y los académicos relacionados con el uso de tecnologías, es increíble que nuestros mismos docente que imparten cursos de tecnologías y ciencias computacionales, no utilicen las herramientas que ellos mismos deberían promover.
Los cursos que observamos dentro continúan siendo casi los mismos de hace veinte años, procesadores de textos, hojas de cálculo, graficadores, programación fuera de línea, y así.
Nuestros ex-rectores han emergido de esta cotidianidad académica, politizada, conservadora, intransigente, dócil a la estructura vertical del poder, pirámide, que ellos han conseguido ascender y que defenderán con todo el poder acumulado.
La educación en escenarios en los que es difícil motivar.