lunes, 30 de agosto de 2010

Anticurso


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sábado, 28 de agosto de 2010

uso de tecnologías

He perdido el aprecio de varios colegas porque piensan -y lo dicen- que los estoy atosigando con mi conversación, están hartos de oír hablar de nuevas tecnologías cuando el asunto cotidiano debiera ser la educación, las políticas educativas, las competencias universitarias -exceptuando las digitales- y el mundo real.
Digo esto porque muchas veces ellos mismos se encuentran "atorados" al no saber qué hacer en casos inesperados en que se topan con tecnología. Estando de viaje sin Internet necesitan ver el correo electrónico, les ofrezco el teléfono móvil pero la inseguridad de utilizar algo desconocido les detiene. Tampoco están dispuestos a invertir parte de su valioso tiempo en convivir -y aprender- nuevas tecnologías. Un amigo al que sus hijos le regalaron un teléfono "inteligente" lo metieron en problemas. Cargaba con dos teléfonos móviles, el sencillo y el otro. Aunque no tenia la mas mínima idea de cómo acceder a la Internet por medio del teléfono, tenía que llevarlo consigo pues era un regalo de sus hijos. Celebré que un nuevo colega cambiara de teléfono. Temporalmente. Me acaba de llegar un mensaje donde nos indica que ha vuelto a la normalidad, al teléfono de siempre, nos pide eliminar el otro número. Ha encontrado la manera de quitarse de encima algo que le incomodaba sin que provoque la molestia de sus hijos.
El vivir con tecnología -móvil y/o fija- nos conforma inadvertidamente una especie de lógica de convivencia, qué hacer, dónde preguntar, cómo usar, cuándo, qué me gustaría o qué necesito de la tecnología que estoy usando. Menciono esto por la noticia (exacta o no) que ahora veo: "Entre la televisión, la radio, los teléfonos celulares, internet y otros vectores tecnológicos, los británicos dedican casi la mitad de su tiempo a utilizar aparatos de telecomunicaciones".
(http://www.ntn24.com/content/la-tecnologia-absorbe-casi-la-mitad-del-tiempo-disponible-jovenes-britanicos)
Pienso en mis colegas, no desean invertir un minuto de su tiempo en ello y por eso -dicen- rechazan aprender a utilizar.
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radicalización

Recién retorno a casa luego de mi participación en el Programa Delfín en la ciudad de Nuevo Vallarta, en Nayarit. Algo que me pareció incómodo fue no contar con Internet. El uso de Internet no estaba incluido en la reserva que se hizo para los asistentes al III Encuentro de Profesionales de la Investigación y Desarrollo Tecnológico (http://www.programadelfin.com.mx/). Hubiese deseado pagar por la conexión que costaba 180 pesos mexicanos por día y solo era accesible de forma individual. Pero me contuve en parte porque mis colegas, aún cuando lo requerían, no era una actividad de la que no se podía prescindir. De todas formas conté con Internet por medio del teléfono móvil, la conexión dentro del hotel era muy débil, un conjunto hotelero bajo el concepto residencias, lo cual me llevó a pensar que quizás podrían bloquear el acceso individual. Además, no contar con Internet evitó que me distraiga en otras cosas que no fueran lo que me había traído aquí y tuve razón. El día de mi reunión con los investigadores sobre tecnologías me apercibí de que yo era casi el único con algo preparado (diapositivas). No es algo que se considere necesario, pues todos nosotros vivimos cotidianamente hablando de tecnologías y desarrollando investigación relacionada con el tema, así que no era ningún problema explicar lo que hacemos.
Pero el asunto que deseo comentar es otro. Mi discurso se ha radicalizado. Ahora que estoy en casa y veo un artículo de otros colegas antes de ser enviado a un Congreso en otro país. Se habla de Educación. De Enseñar. De diseñar actividades de aprendizaje. De evaluar. De programar el aprendizaje de los estudiantes. De la relación maestro-tutor con los estudiantes-alumnos. de sitios como Moodle, tan terríficos para la enseñanza abierta, libre.
En la reunión de Vallarta sucedía lo mismo, teníamos que hablar como docentes de competencias digitales, de pasar página al diseño constructivista que al parecer ya no era la moda, de actividades de aprendizaje, objetos de aprendizaje, software educativo, obtención de recursos vía el gobierno y cumplir en consecuencia con las restricciones impuestas, de pensar en las instituciones de manera vertical pero de abajo hacia arriba: cómo incidir y proponer a los dueños de la educación algunas reformas que ahogan nuestro trabajo.
Las palabras "educación", "docencia", "diseño de actividades de aprendizaje", "el problema de la enseñanza", qué queremos enseñar y cómo evaluar lo que aprendieron de lo que quisimos enseñar, clasificar a los estudiantes de acuerdo a su "estilo de aprendizaje", meterlos en un conjunto cerrado con características semejantes, lo cual es imposible porque todos somos diferentes y cambiamos con el tiempo. No podía ni puedo negar la profesionalización de mis colegas y amigos, su trabajo científico, formal e interesante de la gran mayoría y cuya amistad conservo, me precio y enorgullezco de ello, pero mis ideas, mi lenguaje me hacen entender la imposibilidad de colaborar, de revisar y proponer adiciones al artículo que he recibido con una orientación en la que no puedo diferir y me veo obligado a no participar, fiel a los principios de innovación en que me estoy metiendo, inmerso en un campo de investigación que me apasiona y en el que poco a poco encuentro colegas y nuevos amigos, que aceptan arriesgar, incluso el empleo, por remar contracorriente, y no comer de la mano del poder, el pan condicionado que de esta forma se nos ha ofrecido.
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sábado, 21 de agosto de 2010

Personal Learning Environment ( PLE ) and Learning Management System ( LMS )


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La educación en escenarios en los que es difícil motivar.

He tenido la oportunidad de charlar con dos ex-rectores de mi Universidad. Ambos expresaron en charlas diferentes, que la educación a distancia es una falacia, pues no es posible pensar en ello sino en promover la educación presencial con mejores instalaciones y personal docente, porque es la única forma de crear programas educativos de calidad.
Esta opinión suele ser compartida por muchos funcionarios y colegas académicos, especialmente por nuestros investigadores más prestigiados, pero no había tenido la oportunidad de escucharlo de viva voz con una actitud tajante en nuestros máximos representantes universitarios.
Nuestra Universidad ha sido testigo de una amplia cultura y práctica de la improvisación, de la creación de programas educativos y unidades académicas por motivos políticos relacionados con el poder. El poder de incidir en los destinos de la Universidad con una visión grupal, facciosa, lamentablemente.
Aún cuando muchos docentes cuentan con acceso privilegiado a la Internet, suelen ignorar el uso potencial que éste podría proporcionarles a su quehacer académico. Un docente acostumbrado a espacios cerrados, obligado a permanecer en los Centros Universitarios, a invertir infinidad de tiempo en trámites burocráticos, un docente de libros, despachos, tutorías, pizarrón, es difícil, complicado, de motivar en contrario.
Las razones son muchas y muy variadas, complejas. Y van desde un bloqueo psicológico que ellos mismos se imponen para no enfrentar nuevos retos, hasta motivos naturales originados por la situación económica, que provoca la búsqueda de otras fuentes de ingresos para mantener a su familia.
La Universidad ha dejado de ser el alma mater del conocimiento universal, el hogar donde residen los únicos expertos en el conocimiento especializado. La educación informal es con mucho superior a la educación formalizada. El mundo se ha trastocado en una aldea global donde todos nos comunicamos con todos, donde todos compartimos con todos, donde todos aprendemos de todos, aprender, si queremos aprender.
Las estructuras de formación que se generan en la Internet son horizontales, democráticas, libres, amplias, de posibilidades de aprendizaje ilimitado y permanente, como corresponde a la generación de conocimientos que producen ahora los casi siete mil millones de habitantes actuales en el mundo.
Las Universidades en cambio conforman estructuras verticales, autoritarias, intransigentes, encerradas en el discurso y la práctica de cómo enseñar, qué enseñar, cuando enseñar, dónde enseñar, para que el estudiante aprenda.
Los salvadores de la Universidad, se abocan siempre a diseñar métodos correctivos para corregir el mal aprendizaje. El alumno es tratado como un objeto de investigación y de estudio, al que se le concede muy poca o ninguna capacidad de intervenir en su propia formación.
El tránsito a la educación a distancia, pasa por una mezcla presencial-no presencial en áreas donde sea posible hacerlo. Es un movimiento que viene ocurriendo en todos los países del mundo y que no podemos ignorar, y que estamos ignorando, especialmente los directivos y los académicos relacionados con el uso de tecnologías, es increíble que nuestros mismos docente que imparten cursos de tecnologías y ciencias computacionales, no utilicen las herramientas que ellos mismos deberían promover.
Los cursos que observamos dentro continúan siendo casi los mismos de hace veinte años, procesadores de textos, hojas de cálculo, graficadores, programación fuera de línea, y así.
Nuestros ex-rectores han emergido de esta cotidianidad académica, politizada, conservadora, intransigente, dócil a la estructura vertical del poder, pirámide, que ellos han conseguido ascender y que defenderán con todo el poder acumulado.
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