Ayer un colega y amigo me llamó a su despacho misteriosamente. Hace tiempo convivíamos en charlas de café para comentar los incidentes cotidianos en la Facultad. Eran tiempos buenos y de menor exigencia. Ahora la Universidad nos satura con requerimientos administrativos. Buena parte de nuestro tiempo laboral llenamos y cumplimentamos formatos de índole diversa así como atendemos cursos de capacitación tan sui géneris sobre como orientar a los estudiantes para el Servicio Social, cómo impartir tutorías personalizadas que resultan en una carga más para los estudiantes, reestructuración de Academias y Cuerpos Académicos, revisión de planes y programas individuales y colectivos, enfoques didácticos, enseñar con competencias, y muchos otros.
El caso es que mi amigo me descubrió tomando fotografías en la Facultad, instantáneas de aulas y edificios, y circunstancialmente de personas. Mi amigo me dijo muy en serio: "te prohíbo que cuelgues en Internet, ni una sola fotografía donde yo aparezca, no quiero tener problemas". Palabras más, palabras menos. Lo dijo directamente, molesto. Me quedé perplejo. Su amistad es algo que no está en duda. Me quedé pensando. ¿era ésto manifestación de un rechazo a la Internet? En la web existen millones de fotografías por todas partes. El posteo de imágenes es algo tan común en nuestra vida diaria. Los chicos suben fotografías escolares. En las clases de la Universidad es una actividad complementaria, sobre todo en nuestra Facultad, orientada a la educación, a la capacitación de los futuros docentes. Es una práctica común.
Claro, mi amigo tiene su propia historia que no es diferente a la de muchos compañeros profesores. Los despachos de las diferentes Facultades lucen sin computadoras. Son enormes y cómodos, con grandes libreros y cafeteras, muebles modernos, alfombrados. Cuando algún docente de otra Facultad, digamos Ciencias Químicas, Derecho, Filosofía y Letras, Ingeniería, Informática (sí, informática) me invitan a sus despachos siento envidia de la comodidad de sus cubículos, pero noto la ausencia de computadoras. Cuando he preguntado me han confesado que no las ocupan. Se limitan al uso ocasional del correo electrónico. Casi nunca o nunca han visto ningún video de Youtube. Generalmente cuentan con alguna computadora en casa, que comparten con (o pertenece a) los hijos.
En mi propia Facultad, algunos colegas con posgrados en Computación (posgrados de excelencia) no tienen ningún empacho en confesar que no tienen computadora en casa. En la Facultad tienen asignada una computadora conectada a Internet; fuera de la Universidad están desconectados. Recuerdo que en la escuela primaria, solamente un compañero se resistía a la práctica del fútbol. Vivíamos en un pueblo pequeño pero con un equipo de fútbol profesional. Todos practicábamos el fútbol. Excepto uno. Y se mofaba de nosotros: parecíamos tontos corriendo detrás de una pelotita. Pero todos lo sabíamos. No hablábamos el mismo lenguaje. No podíamos entendernos.
Suelo tener cercanía con profesores de las áreas de estadística y matemáticas puras, ellos utilizan computadoras y software para realizar cálculos y gráficas. Pero todo es fuera de línea. Como si no existiera la Internet, a la que acceden solamente para leer correos y buscar alguna información desde Google. Las herramientas de estadística en línea por ejemplo son muy familiares, incluso desde Twitter. En mi clase de tecnologías jugamos con encuestas divertidas. Los estudiantes de estadística sin embargo, trabajan solamente con encuestas en papel, salen a la calle y regresan con montañas de papel. Las encuestas por Internet representan una opción interesante, de mayor alcance, pero seguramente no existe en el plan de estudios, y por ello, los profesores no las consideran.
Los planes de estudio se revisan cada cinco años, un error, una omisión, costará, por los trámites que se deben suceder para aprobarlo, un tiempo no menor a los cinco años.
He cumplido con no tomar ninguna fotografía donde aparezca mi colega, no lo haré. Pero he fallado al colgar estos comentarios. Sus palabras han generado en mí estos recuerdos, estas reflexiones. Al observar el entorno me pregunto siempre, qué hacer, cómo puedo contribuir al entendimiento de uso de tecnologías. Cómo puedo decirles que vale la pena subir a la montaña para observar el amanecer y llenarse de alegría y esperanza, con una ilusión renovada.
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Hace 3 años