¿Tienen derecho los docentes en aras de la libertad de cátedra, que se traduce entre otras cosas a libertad de metodologías para la cátedra, a castrar, coartar el futuro de los estudiantes cuando estos lleguen al mercado de trabajo, en desventaja con aquéllos que se formaron y que desarrollaron habilidades para operar efectivamente con tecnología?
En el caso de los futuros educadores, se demandarán seguramente habilidades tecnológicas para ejercer su profesión y la alfabetización tecnológica será seguramente uno de los requisitos ineludibles para una sociedad en constante cambio y movimiento.
¿Es la pereza, la inercia en los docentes, el parapetarse con temor, acostumbrados a una forma metódica de la enseñanza, expositiva, autoritaria, el "ser" superior, el epíteto de los docentes universitarios reflejado en los calificativos de "Doctor", "Maestro en Ciencias", "Ingeniero", impuestos para denotar la pertenencia a una clase superior, indiscutible y perfecta en contraposición a la clase de los aprendices, la clase imperfecta e ignorante?
La brecha digital no solo amenaza los claustros tranquilos de los profesores y las celdas despachos donde suelen permanecer la mayor parte del tiempo laboral. La educación es ahora más activa y demanda actividad de los docentes, no solo de los estudiantes.
Si el docente decide no incursionar en las tecnologías y reprimir por tanto todo uso de ellas en el aula; si decide no aprender, no entender, ¿para qué un nuevo aprendizaje después de tantos años? lo que estará decidiendo es la afectación de sus alumnos, los futuros profesionistas en su vida laboral, cualesquiera que ésta sea.
En esto reside, probablemente, el peligro.
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Hace 3 años
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